El eje del trabajo clínico es la comprensión del proceso evolutivo de la Conciencia.

El espíritu podrá volar hasta el cielo, pero el alma,

ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma.

Rhoda Lerman


Como abordaje holístico (integral) del Ser centra su tarea en el estudio, investigación y trabajo con la Conciencia en sus distintos niveles de manifestación.

Así entonces crea un contexto para favorecer el ingreso a estados no ordinarios de conciencia (aquellos diferentes del habitual).

El proceso de trabajo compromete todos los niveles de la persona: físico, emocional, mental y espiritual.

Aprender a moverse hacia nuevos territorios es acceder a una mayor comprensión sobre la verdadera naturaleza de quienes somos.

La activación del proceso de auto-conocimiento origina la condición necesaria para la exploración de las regiones interiores todavía inexploradas.

Estas zonas temidas desde el mismo desconocimiento son portadoras de una potente energía que espera con prontitud ser liberada a favor del crecimiento y la evolución.

martes, 11 de diciembre de 2012

''Memoria de las arenas''- Sutul Naré

Anibal querido, que con tu transparencia me haces partícipe de los recorridos de tu alma y con la misma amorosidad me ofreces este material para ser compartido con todas las almas que se acercan a este sitio . Gracias !!!!!  Gracias por tu amor incondicional, gracias por ese estado de presencia constante que me hace saberme acompañada y sostenida. Mi corazón te lo agradece ....

Primera parte
Recuerdo el tiempo en las arenas. Veo el desierto pasar delante mío como si fuese un rio, igual que estas memorias. El lento y blanco oleaje de las arenas fluye constante al antojo del viento, que como un dios crea paisajes y los anima con una caricia exhalada. Un viento que todo lo transforma y un sol que todo lo iguala. En esas arenas blancas inefables y continuas que dejan lo ajeno en evidencia, defender una idea, una sola pretensión es inaudito.
La verdad de cómo llegué hasta ese desierto es más difícil de aceptar que cualquier historia a la medida, elegante y complaciente. Solo diré que esas arenas han estado desde siempre aunque no sean las mismas para todos.
Con el tiempo comprendí que algo bueno de la vida es su carácter incierto, eso que hace que uno mantenga vivo el germen de lo posible. Lo posible como algo desconocido y potencial que justifica sostenerse sin caer en el letargo del tiempo gastado, en el hastío de una vida vivida de ante mano.
Estar allí era una oportunidad y dejarla pasar por temor o peor aún por comodidad era algo que para mí, en ese momento de la vida, ya no era una opción.
Hubiera podido darme la vuelta y volver por el mismo lugar, por el mismo camino por el cual había llegado. ¿Pero a donde?
Era más segura la muerte sumido en el sueño y la ilusión mundana, que la posible y muy real que tenía delante de mis ojos. Y no tardaría mucho en darme cuenta de cuan real podía ser la muerte.
Había recorrido la mitad del mundo y ya había aprendido lo más importante para uno, no sabía nada acerca de mi y todo lo que había creído que era se desmoronó con esa comprensión.
 
Me habían dicho días atrás que mis respuestas estaban escritas en las arenas. Que fuera hasta allí sin olvidar que ‘’nadie entra en verdad sin dejar lo falso’’.
Y así pisé sus perennes arenas, caminé como había aprendido en tantos viajes, la línea de fe de mi brújula marcaba el rumbo. Por un momento ‘’línea de fe’’ tenía un significado nuevo para mí.
Así avancé, sostenido por el significado, tratando de comprender el idioma de las arenas.
Y así aprendí que el idioma de las arenas es una lengua que habla de lo verdadero y de lo falso y su verdad es revelada grano por grano. Verdades de belleza sutil y despojada, difíciles de ver a primera vista igual que la belleza del desierto.
En este desierto no hay más para ver que lo que somos de momento. Igual que las dunas cambiamos, tomamos formas y aquello que parecía verdadero se desvanece. Así uno empieza a ver el espejismo, lo ilusorio, la mentira veraz.
Tras días de marcha bajo un sol inmutable, inescrupuloso, en estas arenas y en esta soledad lo que no es verdadero en uno quema tanto como el sol del mediodía, ese mismo sol que calienta la piedra y la lagartija nos iguala y es doloroso el reconocimiento de la forma.
Así pude ver como todo el desierto se mueve cada día y su geografía desapegada de sí misma es un recordatorio silencioso de lo que es necesario. La infinita masa de arena renuncia a lo que parece, con la libertad sin igual que da el no temer la perdida de lo que es por siempre inalterable, la propia escencia.
Cada grano de arena es el desierto y sentir su coherencia nos arrebata y nos muestra la falta, el deber no cumplido. En manos de este desierto, ser es un proceso que requiere de disolución, de la humilde erosión de las durezas o de lo endurecido.
Ir al encuentro de las arenas con miedo solo quiere decir que lo que debe morir en uno todavía se defiende de la perdida, y resiste lo inexorable. Resistirse es negar y es no dejarse llevar, no dejarse absorber por las arenas. No dejarse absorber por las arenas es seguir sin aceptar, es evitar que la disolución de lo falso acabe con la forma.
Aquí es posible vaciarse de sí mismo y penetrar en las paradojas del mundo sutil. Un mundo donde la contradicción mata y la mirada enceguecida por el sol del tiempo exige ver en lo pequeño. Llegar hasta el silencio que no es más que el recogimiento humilde que genera la inmensa bastedad, el horizonte eterno que no considera escala humana y siempre está más allá de nuestros pies y nuestras pretensiones.
Caminé hasta que olvidé todo lo creado. Miré hacia atrás y mis huellas habían desaparecido. Los únicos pasos que permanecen acá, las únicas huellas que el tiempo no borra son las de Dios.

1 comentario:

  1. Querida Ana,
    Gracias por la posibilidad de compartir que me abrís en tu blog!!! Quedó bella la presentación que hiciste del escrito. Desde lo profundo de mi corazón un gran abrazo.

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