El eje del trabajo clínico es la comprensión del proceso evolutivo de la Conciencia.

El espíritu podrá volar hasta el cielo, pero el alma,

ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma.

Rhoda Lerman


Como abordaje holístico (integral) del Ser centra su tarea en el estudio, investigación y trabajo con la Conciencia en sus distintos niveles de manifestación.

Así entonces crea un contexto para favorecer el ingreso a estados no ordinarios de conciencia (aquellos diferentes del habitual).

El proceso de trabajo compromete todos los niveles de la persona: físico, emocional, mental y espiritual.

Aprender a moverse hacia nuevos territorios es acceder a una mayor comprensión sobre la verdadera naturaleza de quienes somos.

La activación del proceso de auto-conocimiento origina la condición necesaria para la exploración de las regiones interiores todavía inexploradas.

Estas zonas temidas desde el mismo desconocimiento son portadoras de una potente energía que espera con prontitud ser liberada a favor del crecimiento y la evolución.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Biagio Antonacci - Dolore e forza



                                  Aprender la mirada interior de la atención no reactiva

El poder de la conciencia reside en la habilidad de estar presente en nuestra experiencia del mismo modo en que una madre sabia, experimentada y amorosa sostiene a su niño. Tanto si el niño está en calma como si está intranquilo, la atención de la madre se halla presente. Ella le habla, lo toca y mantiene una firme y constante presencia.

Si el niño está molesto, ella no se fastidia, sino que, mediante la voz y la mirada, le transmite al niño su atención respecto de la sensación del pequeño. Le transmite a su niño el conocimiento de que estas sensaciones son parte del yo, y no algo en última instancia destructivo del yo. Y en aquellas ocasiones en que está verdaderamente preocupada por su niño, ella sabe que, al no perder contacto con su centro  más profundo, le transmite mucho menos temor.

El modo en que sostenemos cualquier sensación, sea de ira, ansiedad o desesperación, puede tanto intensificar nuestro sentido del yo y alejarnos de nuestra presencia trascendente, como permitirnos relajar e incluso disolver ese yo. El yo, en este sentido, es análogo a una pantalla cinematográfica: si la pantalla es opaca, vemos (o, en este caso, vivimos) la "película". Si la pantalla se vuelve transparente, la película
desaparece.

Una sensación a la que damos lugar, ante la que no reaccionamos, a la que no le creamos pensamientos de sostén y sobre la que no inventamos "historias negativas", cesa en forma gradual de tener poder sobre nosotros, porque precisamente hay menos del yo que reaccione a la sensación. De esta manera aprendemos a ser más transparentes.

Empezamos a experimentar las sensaciones en toda su pureza. Una sensación pura es la que existe como sensación simple. No se intensifica con los pensamientos que juzgan ni se siente presionada por los esfuerzos de la mente para analizarla, cambiarla, prolongarla, o eliminarla. Entonces, cada sensación tiene la oportunidad de ayudarnos a llegar a una nueva profundidad de intimidad con nosotros mismos en forma natural, sin esfuerzo, sin búsqueda de nada en absoluto.

Al mismo tiempo, una vez que la mente suelta la sensación, esta automáticamente empieza a cambiar. Todo es transitorio cuando la mente no lo fija. Entonces empezamos a penetrar en las capas más profundas de nuestro ser, donde ya somos intrínsecamente más completos.

Dr. Richard Moss. "El Mandala del Ser"

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