En el renacimiento interior el individuo no se vincula al éxito, a las expectativas, ni a los logros, sino al camino en si mismo, a cada paso que lo conforma, a cada instante que lo integra. Esto hace que se sienta a gusto y en plenitud durante todos los procesos de su vida y que integre los obstáculos como una forma gratificante y desafiante de aprender y de superarse a sí mismo, agradeciendo su presencia como elementos determinantes de una enriquecedora evolución personal.
En este punto, la persona ha dejado atrás el orgullo porque sabe que le impide el crecimiento personal y el entendimiento con los demás. Además, un individuo que ha llegado a este nivel es un individuo sencillo y humilde que sabe que hay que abrirse a experiencias inesperadas y a acontecimientos imprevisibles, en lugar de tratar de controlarlo todo, y que en esto reside la emoción de la vida.
La espontaneidad de ciertos hechos de la vida es como un juego.
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