Acostúmbrate a permitir que tu naturaleza esencial reluzca, en vez de forzarte a actuar en base a juicios sobre ti emitidos por otras personas. Recuerda que no tienes que hacer nada: no tienes que ser mejor que nadie. No tienes que ganar, no tienes que ser el número uno, ni el número veintisiete, ni ningún otro número.Permítete a ti mismo simplemente ser. No interfieras en tu ser único, natural. Aligera ese fardo que llevas contigo, que te hace que tengas que ser eficaz, rico y exitoso a los ojos de los demás, sustituyendo esta obligación por una afirmación interior que te permita acceder al Tao.
Dí:" Estoy centrado en el Tao. Confío en que soy capaz de resolver mis problemas, al igual que lo es el mundo. Me refugio en el silencio sabiendo que todo está bien".
Muérdete la lengua y cierra la boca en el preciso momento en que estés a punto de meterte en la vida de los que te rodean. Sé consciente de tu tendencia a decir a los demás, en especial a los miembros de tu familia, cómo deben afrontar su vida. Aunque solo te reprimas por unos momentos antes de inmiscuirte en los asuntos de otra persona, ya estás en el camino de poder adoptar una actitud que permita a los que te rodean encontrar en su interior su áncora del universo. Esta disciplina consistente en no ceder a la costumbre de entrometerte, haciendo una pausa antes de intervenir, te permitirá ver hasta qué punto todo el mundo es verdaderamente competente cuando se encuentra dentro del campo de energía de alguien que acepta en lugar de dar órdenes.
Wayne W. Dyer. Nuevos pensamientos para una vida mejor
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