He tipeado en su totalidad este material ofrecido por un
alma sensible y noble como la de la Dra. Estés. Conmueve e invita a una pausa
reflexiva y sentida. Para las almas que lo permitan puede transformarse en una
experiencia altamente sanadora.
El libro que lo contiene es su última publicación:"
Desatando a la mujer fuerte".
Callar las
historias que nos cuentan de cómo se preserva y remienda la vida, es matar a la
vida.
Consideremos el
siguiente relato poderoso para contravenir cierta parte de la cultura dominante
en que las almas vivimos actualmente.
Algunas capas de la
sociedad suponen, a menudo, que pueden intentar enseñarnos a ignorar el
sufrimiento de todo lo vivo. Por medio de la condena de las almas ajenas, nos
alientan al "schadenfreude", es decir, a encontrar placer en el tormento
ajeno. Esto no puede ser. Más bien, sugiero que suave pero firmemente nos
sujetemos a esta historia venerable:
"Una vez, hace
mucho, un hombre que caminaba solo sin una guía protectora fue atacado y
golpeado hasta quedar cubierto de moretones y sangre, y yacía sangrando
mortalmente a la orilla del camino.
Pasaron varios
viajeros. Todos vieron a aquella alma rota, pero rápidamente cruzaron por
encima de su cuerpo moribundo para poder acudir a sus propias citas.
Dos padres de
distintas religiones, con largos atuendos, vieron a plena luz del día a ese
hombre que sufría, pero incluso los ungidos pasaban al otro lado del camino
para evitar tener que involucrarse con él o tocar las heridas de aquel
pobre."
Esta es una historia
ancestral sobre el descuido corporal, espiritual y mental de los heridos. El
tema de fondo del relato es una enseñanza arquetípica que se puede encontrar en
todas las culturas del mundo, donde una persona singular de corazón compasivo (y
herido) es la única que sale de su camino para ayudar al herido.
El cuento se conoce
como "El Buen Samaritano", y aunque hace miles de años que se
despliega en antiguos pergaminos iluminados conservados en monasterios, también
es una historia de nuestro tiempo, aparece todos los días en el periódico y en
internet: muchos son los que evitan a los heridos, o quizás ni siquiera los ven
y luego se arrepienten de ello.
Quizás por
ingenuidad, algunos de los que pasan por ahí pueden no darse cuenta de que haya
que decir o hacer algo. Están los que sienten que "eso no les
concierne". Puede ser que para otros las heridas ajenas sean repugnantes o
piensen que no merecen sanar.
También hay quienes,
debido a una perspectiva cerrada en vez de una forma amplia y santa de ver las
cosas, no intervendrán incluso cuando sea fácil hacerlo.
Por eso es valioso
guardar en la conciencia una historia poderosa sobre la intervención piadosa a
favor de los lastimados; si se ignora y se esconde escrupulosamente en las
salas de archivos, en lugar de estar en labios y lengua viva de hábiles
relatores y sanadores y gente santa, muere este relato de la piedad hacia el
alma. Entonces los espíritus de los seres humanos que podrían aprender bondad
de ella se quedan sin esa enseñanza, y los heridos al lado del camino se siguen
debilitando y mueren también.
Así, desde la visión
de mi corazón hacia el tuyo, preguntaría: quién contará las historias para
ayudar a los que están heridos? Quién contará los cuentos sobre cómo los que
antes no vieron, pueden ahora buscar el entendimiento y ofrecer consuelo
sincero y significativo? Quién contará los relatos para que las verdades se
digan, para que a todos se les den a conocer las formas de reconocimiento pleno
de lo que ocurrió y de la piedad plena? Quién contará las historias para que
los heridos sanen y se vuelvan a levantar, con cicatrices pero gradualmente
restaurados?
Quién, como el Buen
Samaritano (por cierto, un hombre de la tribu más odiada de su tiempo) se
arrodillará para vendar las heridas de un desconocido mientras todos los demás
pasan por ahí inconscientemente, sin notar que hay una necesidad, o apurándose
pensando en sus valijas y papeles o creyendo que son más importantes sus
ideologías y preocupaciones mientras van a otro lado?
El Buen Samaritano
de la historia tenía el corazón roto: llevaba una vida entera de ser mirado con
desprecio por muchos. Imagínense esto en nuestro tiempo.
Hay alguien entre
nosotros que no haya sido visto con desprecio simplemente por ser, o por
aferrarse a un ideal o forma de vivir que se eleva como una catedral gigante en
el mar? Pero a uno lo degradan porque otros no pueden contemplar y realmente
ver.
Para entender de
verdad qué tipo de alma era el Samaritano, lo radical de su acto de inclinarse
para levantar al hombre golpeado, consideren esto: un hombre tribal moderno(
digamos un inmigrante mexicano sin los documentos correctos a quien muchos
miran de manera despectiva)ve en la calle a un vagabundo lastimado; aunque los
demás ignoran al hombre herido, el inmigrante, tan vilipendiado por muchos,
levanta con ternura el alma lesionada sobre sus hombros, se tambalea hasta el
motel más cercano, saca de su propio bolsillo el dinero que ganó con tanto
trabajo, y lo da al dueño del motel para que el herido sea cuidado, alimentado
y atendido. Entonces ese inmigrante sin ningún prestigio sigue su camino. Y
como en el relato del Buen Samaritano, después el pequeño inmigrante vuelve al
motel para ver cómo sigue el herido, y ofrece hacer lo que sea necesario para
la curación del hombre.
Esa es la historia
ancestral moderna del Buen Samaritano. En el fondo, ilumina lo que yo llamo
"el corazón puro" que existe en algunos como carisma, sin importar cuantas
cicatrices tenga la persona. Lo medular de la historia ofrece una alternativa
sagrada a la turba de viajeros que pasa con rapidez, algunos de los cuales no
ven al hombre herido, pues es posible que tampoco nadie haya caminado junto con
ellos en sus sufrimientos de manera bondadosa y sabia. Y algunos quizás hagan
como que no ven las cortadas y la sangre, pues no tienen los ojos en el Cielo,
sino en mirar a otros en la Tierra.
Otros, comprensiblemente,tal vez no quieran pasar por la dolorosa impotencia
que viene de no poder volver el tiempo atrás y hacer que todo sea "como si
nunca hubiera pasado". Para algunos pareciera que es demasiado, o esperan
que el tiempo cure todas las heridas sin ayuda adicional.
Algunos de ellos que
pasan por ahí quizás se sientan vulnerables, pues no conocen de inmediato las
formas más útiles de proceder para ayudar verdaderamente, y en particular
porque, por amor verdadero, no quieren hacer más daño. Es posible que algunos
quieran parecer falsamente serenos, pues a veces siguen rotos o no han podido reconciliarse,
en cuerpo, mente, corazón, alma y espíritu, con sus propias circunstancias
similares, recientes o lejanas.
Algunos quizás
tengan la esperanza de mantener el statu quo de vivir la vida sin mirar a la
derecha ni a la izquierda. Algunos, por sus propias razones, simplemente
prefieren no entrar en la pena de otro por la pérdida de vida preciosa. Puede
haber muchas razones para no conectarse de manera cerana con quien sufre.
Pero, en términos
del relato del Buen Samaritano, qué pasaría si nadie hubiera verdadera y
tiernamente ayudado al alma caída?.
Entonces el viajero
lastimado no tendría un cuento que contar, ninguna experiencia directa de otra
alma a la que le importara tan profundamente la vida de un desconocido.
Aprendemos a alentar
a otros a que les importe la Vida, a ayudar a la Vida cuando está caída, a
remendar y sostener a la Vida cuando alguien, con compasión infinita, ha puesto
nuestras propias vidas sobre la línea de flotación como algo digno y precioso.
Si nadie hubiera
ayudado al herido cuando estaba caído, si nadie lavara sus laceraciones con
suavidad ni le trajera medicinas para sus heridas, si nadie hubiera alargado la
mano para restaurarle el recuerdo de la santidad de su propia Fuerza Vital
preciosa, cómo habría entonces de enseñar a otros que esto es algo que merece
tanto cada ser humano en la Tierra, algo con lo que cada ser humano nace como
su faro direccional?.
Si los samaritanos
no se detienen y se inclinan a ayudar, cómo aprenderá toda la humanidad a
detenerse e inclinarse también hacia los que estás espiritualmente heridos?.
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