Existe una
diferencia enorme entre la forma en que el yo aborda la experiencia - como
juzga y reacciona a un sentimiento - y cómo enfrenta el alma la misma
experiencia o el mismo sentimiento. La relación del yo con cualquier aspecto de
la vida es siempre estratégica: busca aumentar el placer, la seguridad o el
poder, y en forma refleja se defiende contra cualquier sensación o situación
que sea una amenaza. Por el contrario, el alma no ve al sentimiento como
extensión de sí o como amenaza. El alma aprecia cualquier sentimiento por lo
que es, y en esta relación no reactiva, no estratégica, aprendemos a hacer
lugar a nuestros sentimientos en vez de encerrarnos o huir de ellos. La forma
en que el alma enfrenta cada momento transforma nuestro sentido del yo.
Pocos son los que
tienen consciencia del poder de esta relación interior y de cómo esta puede
transformar la manera en que nos experimentamos a nosotros mismos y a todo lo
demás.
Por el contrario,
usamos nuestra mente en forma refleja para defendernos de los sentimientos
difíciles o las situaciones comprometidas, sin darnos cuenta de que cuando lo
hacemos no estamos nunca en el Ahora. En consecuencia, consciente o
inconscientemente, nos sentimos a menudo como si nuestra vida estuviera en una
ciénaga. Sentimos como si estuviéramos en peligro de ser devorados por
cualquier sensación, pensamiento o suceso que amenace el tenue cimiento del yo
en que estamos.
Pero, cuando nos
damos cuenta del poder sutil de la consciencia y aumentamos nuestra capacidad
de estar presentes, comenzamos a ver que la realidad de nuestra experiencia, y
lo que podemos experimentar más allá de ella, está determinada en última
instancia por la calidad de nuestra relación con nosotros mismos en cada
momento.
A medida que aumenta
nuestra capacidad de permanecer presentes, descubrimos por fin que estamos
libres del miedo y de otras emociones difíciles que nos han gobernado. Nos
damos cuenta de nuestra completud esencial y nos ganamos la habilidad de
disfrutar de las relaciones que espontáneamente llaman al amor, al respeto, al
perdón y a la empatía. Recobramos el poder de ejercer nuestra consciencia de
formas que nos liberen la mente y el corazón.
Extraído del libro:
"El mandala del ser "
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