El eje del trabajo clínico es la comprensión del proceso evolutivo de la Conciencia.

El espíritu podrá volar hasta el cielo, pero el alma,

ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma.

Rhoda Lerman


Como abordaje holístico (integral) del Ser centra su tarea en el estudio, investigación y trabajo con la Conciencia en sus distintos niveles de manifestación.

Así entonces crea un contexto para favorecer el ingreso a estados no ordinarios de conciencia (aquellos diferentes del habitual).

El proceso de trabajo compromete todos los niveles de la persona: físico, emocional, mental y espiritual.

Aprender a moverse hacia nuevos territorios es acceder a una mayor comprensión sobre la verdadera naturaleza de quienes somos.

La activación del proceso de auto-conocimiento origina la condición necesaria para la exploración de las regiones interiores todavía inexploradas.

Estas zonas temidas desde el mismo desconocimiento son portadoras de una potente energía que espera con prontitud ser liberada a favor del crecimiento y la evolución.

viernes, 22 de junio de 2018

Richard Moss

Existe una diferencia enorme entre la forma en que el yo aborda la experiencia - como juzga y reacciona a un sentimiento - y cómo enfrenta el alma la misma experiencia o el mismo sentimiento. La relación del yo con cualquier aspecto de la vida es siempre estratégica: busca aumentar el placer, la seguridad o el poder, y en forma refleja se defiende contra cualquier sensación o situación que sea una amenaza. Por el contrario, el alma no ve al sentimiento como extensión de sí o como amenaza. El alma aprecia cualquier sentimiento por lo que es, y en esta relación no reactiva, no estratégica, aprendemos a hacer lugar a nuestros sentimientos en vez de encerrarnos o huir de ellos. La forma en que el alma enfrenta cada momento transforma nuestro sentido del yo.
Pocos son los que tienen consciencia del poder de esta relación interior y de cómo esta puede transformar la manera en que nos experimentamos a nosotros mismos y a todo lo demás.
Por el contrario, usamos nuestra mente en forma refleja para defendernos de los sentimientos difíciles o las situaciones comprometidas, sin darnos cuenta de que cuando lo hacemos no estamos nunca en el Ahora. En consecuencia, consciente o inconscientemente, nos sentimos a menudo como si nuestra vida estuviera en una ciénaga. Sentimos como si estuviéramos en peligro de ser devorados por cualquier sensación, pensamiento o suceso que amenace el tenue cimiento del yo en que estamos.
Pero, cuando nos damos cuenta del poder sutil de la consciencia y aumentamos nuestra capacidad de estar presentes, comenzamos a ver que la realidad de nuestra experiencia, y lo que podemos experimentar más allá de ella, está determinada en última instancia por la calidad de nuestra relación con nosotros mismos en cada momento.
A medida que aumenta nuestra capacidad de permanecer presentes, descubrimos por fin que estamos libres del miedo y de otras emociones difíciles que nos han gobernado. Nos damos cuenta de nuestra completud esencial y nos ganamos la habilidad de disfrutar de las relaciones que espontáneamente llaman al amor, al respeto, al perdón y a la empatía. Recobramos el poder de ejercer nuestra consciencia de formas que nos liberen la mente y el corazón.


Extraído del libro: "El mandala del ser "

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