Me gusta saber sobre viajes. Me estimula la sola idea de pensar en la posibilidad de viajar. Porque viajar implica moverse hacia otros lugares en una experiencia diferente a la cotidiana. Porque viajar es conocer otros sitios que ofrecen sus propias energías como algo nuevo para ser experimentado.
Cuando era niña este deseo lo resolvía fácilmente en mi mundo de fantasías. Me movía de un país a otro con toda facilidad y mis amigos imaginarios me acompañaban en cada una de mis aventuras. Fue así como supe de lejanías y de maravillas desconocidas, y como comencé a experimentar el placer de volar sin apegos ni ataduras.
Para la mayoría de las personas un viaje es la posibilidad de moverse físicamente hacia otros lugares geográficos ya sea por placer, por necesidad de descanso o para quebrar la rutina que los agobia. Pero para la inocente mirada de esta niña que fui, su significado no se limitaba sólo a esa estricta definición. Si bien no era una posibilidad real para mí en ese entonces, trasladarme tampoco era necesario para satisfacer mi anhelo. Todo transcurría libremente en el plano mental y era tan real como cualquier vivencia en el mundo de lo concreto. Fue así como esa nena de ayer descubrió un tipo de viaje diferente, en el cual el movimiento físico no tenía intervención y donde sólo ella decidía libremente dónde quería estar.
Así, mi mente volaba y las imágenes se sucedían en vívidos colores. Los paisajes se movían en forma encantada a medida que los recorría. Me desplazaba rápidamente en las geografías que visitaba aunque, muchas veces, decidía quedarme por unos instantes en el lugar y deleitarme con el suave césped y las altas montañas. Todos mis sentidos captaban esas texturas, olores, sonidos y colores de aquellos retratos imaginarios que yo misma creaba.
A medida que el tiempo pasaba y mi vida se iba desarrollando, continué descubriendo en mi imaginación imágenes de otros mundos desconocidos e inexplorados. Pero ese fuerte deseo de viajar crecía más y más en mí hasta que se convirtió en un claro objetivo en mi vida. La energía de Sagitario me impulsaba y muchos años más adelante, en los viajes físicos que emprendí como una aventura del descubrimiento, pude reconocer aquellos lugares que albergaba mágicamente en mis sueños infantiles.
Con la mirada de un niño
Durante gran parte de mi tarea profesional como psicóloga, atendiendo principalmente a niños, supe de la “sabiduría infantil” todavía sin la influencia del pensamiento lógico del mundo. Pude comprobar que el niño sabe de su capacidad innata para ser el héroe de su aventura personal. Este conocimiento es inherente a su naturaleza y su certeza le permite realizar hazañas heroicas porque allí la mente todavía no tiene mucho espacio para interferir con sus trabas y limitaciones.
Todos los niños son conscientes de la existencia de otras realidades. En sus relatos se puede observar desde contactos reales con seres de otras dimensiones hasta auténticas informaciones sobre el mundo celestial. Pero lamentablemente muchas veces esos contenidos van quedando anulados y reprimidos a medida que el niño va creciendo porque para el mundo de los adultos esas “historias” son parte del imaginario infantil y, como tal, no tienen mayor trascendencia. Es entonces donde la aparición de la lógica racional estructura creencias limitantes que nos alejan del verdadero camino del alma.
Pero no todo está perdido para aquellos adultos que quieren romper definitivamente con ese molde rígido donde la magia y la aventura pareciera no tienen lugar. Con la firme decisión y el compromiso de emprender este viaje heroico hacia el interior de nuestro Ser, es necesario desarmar todo lo andado hasta ese momento para así poder aprehender el mundo desde la mirada inocente, clara y limpia perdida en el pasado. Las realidades de otros mundos no se pueden captar si se las intenta comprender desde la lógica mental. Y en eso consiste este gran trabajo.
Resulta interesante establecer un paralelo entre la mirada que tiene el niño sobre la realidad que lo rodea y la del chamán indígena. Ambos se aventuran y se entregan a experimentar aquello que realmente sienten, sin contaminación externa alguna. La lógica no los puede alcanzar porque los dos creen firmemente aquello que ven con los ojos del alma. De esa manera pueden ingresar en una realidad intangible, no ordinaria y ser activamente partícipes de todo lo que allí ocurre. En ese sentido el psicólogo transpersonal Frances Vaughan escribió que “una mente vacía y un corazón abierto se convierten en la matriz de la sabiduría dentro de la cual pueden concebirse todas las posibilidades”. Y es allí donde tanto el niño como el chamán ponen toda su energía.
Un viaje al descubrimiento
El viaje es la expresión misma del movimiento y del cambio que se puede proyectar tanto hacia un espacio exterior (otras geografías) como hacia el interior mismo de la persona, en respuesta a un sentimiento de insatisfacción constante. Según Jung la necesidad de experiencias nuevas “es testimonio de una insatisfacción que impele a la búsqueda y al descubrimiento de nuevo horizontes”. En ese sentido el viaje puede gestarse, en un principio, como una actividad liberadora de las presiones cotidianas pero, más tarde, puede convertirse en una búsqueda consciente hacia la profunda transformación del ser.
Los viajes en los espacios del mundo físico nos ayudan a conectarnos con energías diferentes que motivarán a nuestro propio sistema energético a realizar un aprendizaje en el manejo de esas fuerzas hasta ese momento desconocidas. Es por eso que se dice que el viaje siempre es un “viaje de ida” porque al regreso de la aventura uno ya no es el mismo. La experiencia de lo nuevo nos permite transformarnos o, al menos, nos presenta el desafío para realizar una modificación interna. Pero está en nosotros mismos la decisión sobre qué hacer en el momento en que la oportunidad se presenta ante nuestros ojos. La libertad se nos es concedida una vez más como signo de confianza de que la elección que hagamos será la mejor para cada uno de nosotros en ese preciso momento.
El viaje hacia la conquista de las geografías interiores no tiene nada que ver con mapas y planos. Es una oportunidad que puede llegar a nosotros en cualquier momento de nuestra vida como contribución a esa búsqueda interior en la que nos encontramos inmersos. Cada vez que nos movemos hacia lo nuevo y lo desconocido y aceptamos firmemente el desafío de lo imprevisto estamos ampliando las fronteras de nuestra conciencia.
La vida implica una transformación constante y ese movimiento tiende a conducirnos hacia un nivel de conciencia cada vez más elevado a medida que avanzamos en el camino. Este gran viaje de la vida nos brinda una hermosa oportunidad para crecer y lleva consigo implícito un sentido de aventura y evolución. En todo ello, la libertad se hace siempre presente como una espada que nos permitirá librar cada una de las batallas y sortear cada una de las dificultades en el camino de la búsqueda interior de nuestro Ser.
Pero para encarar este viaje colmado de aventuras es necesario estar realmente preparados y abiertos a las experiencias que se presenten a lo largo del camino. Con la inocencia de un niño, con la sabiduría de un chamán y, por sobre todo, con la firme intención de descubrirnos a nosotros mismos; debemos emprender este viaje aceptando todo lo que se nos presente como un regalo de la vida. De esta manera el viaje adquirirá su verdadero sentido y se convertirá en una verdadera búsqueda de la libertad a través de la aventura interior de nuestro Ser divino. Sólo de esta manera, y una vez cruzadas todas las geografías necesarias para trascender, podremos salir nuevamente al mundo y sentirnos más libres y evolucionados… Hasta que un día sintamos nuevamente ese llamado a la aventura y nos embarquemos una vez más en una nueva experiencia de descubrimiento y crecimiento personal.
Muy bueno
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