Lic. Annamaria Saracco - Miembro fundador de A.T.R.A. (Asociación Transpersonal de la República Argentina)
El espíritu podrá volar hasta el cielo, pero el alma,
ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma.
Rhoda Lerman
Como abordaje holístico (integral) del Ser centra su tarea en el estudio, investigación y trabajo con la Conciencia en sus distintos niveles de manifestación.
Así entonces crea un contexto para favorecer el ingreso a estados no ordinarios de conciencia (aquellos diferentes del habitual).
El proceso de trabajo compromete todos los niveles de la persona: físico, emocional, mental y espiritual.
Aprender a moverse hacia nuevos territorios es acceder a una mayor comprensión sobre la verdadera naturaleza de quienes somos.
La activación del proceso de auto-conocimiento origina la condición necesaria para la exploración de las regiones interiores todavía inexploradas.
Estas zonas temidas desde el mismo desconocimiento son portadoras de una potente energía que espera con prontitud ser liberada a favor del crecimiento y la evolución.
miércoles, 24 de septiembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
Cristiano De Andre' - La canzone di Marinella
viernes, 12 de septiembre de 2014
La belleza como factor de transformación.- GREGG BRADEN
Si, como proclamaban las antiguas tradiciones, la belleza constituye una fuerza por sí misma, hay que decir que se trata de una de las formas más extrañas de energía de la naturaleza. A diferencia de la fuerza de gravedad y de la fuerza electromagnética, que parecen existir independientemente de nosotros, el poder de la belleza parece permanecer latente hasta que no le dirigimos nuestra atención. Aunque se trata de un poder que podría realmente cambiar el mundo, la belleza permanece dormida hasta que no la despertemos; y nosotros somos los únicos seres que podemos despertarla !!!. Debido a que somos la única forma de vida que tiene el poder de experimentarla, la belleza se despierta solo cuando sabemos reconocer su presencia.
Desde esta perspectiva, la belleza va más allá de las cosas que resultan agradables a la mirada. Se trata de una experiencia que involucra al corazón, a la mente y al alma.
Fluye desde nuestra disponibilidad a ver la perfección en aquello que a menudo llamamos las "imperfecciones" de la vida. Por ejemplo, si bien una traición puede inicialmente hacernos mal, parte del impacto se mitiga si reflexionamos sobre el hecho que también nosotros traicionamos en modos diferentes, en distintos momentos. En este caso la "belleza" reside en el equilibrio que se crea cuando tales experiencias retornan a nosotros, a veces en la forma menos pensada.
Quizás, para encontrar la belleza en cada experiencia, nuestro rol consiste mas en el reconocerla que en el crearla. En efecto, la belleza está siempre presente en todas las cosas. La podemos descubrir incluso en aquellos lugares que jamas hubiéramos pensado de encontrarla.
Cuando descendemos en nuestras profundidades para reclamar la capacidad de dar nuevos significados a las experiencias más dolorosas, encontramos la gran sabiduría que resulta primordial para todos los antiguos maestros.
Esa sabiduría nos recuerda simplemente que el poder de ver la belleza representa una elección. Se trata de elegir, a cada momento, cada día de nuestra vida, de distinguir solo aquello que nos muestra el presente, tomándolo así como se presenta, sin comparar las experiencias entre sí. De esta manera arrojamos sobre el terreno de nuestro conocimiento las semillas que traen dosis crecientes de belleza a nuestra vida.
Solo cuando comparamos nuestra real experiencia de belleza con la idea preconcebida de como debería ser, nos volvemos incapaces de distinguir la belleza del momento.
La tradición navajo resume este principio en una simple frase:" La belleza sobre la que fundas tu vida". Cada uno de nosotros se crea un propio standard personal de belleza, pero la pregunta para hacernos es la siguiente: cuál es la medida comparativa que uso para medir el equilibrio, el éxito, y el fracaso en la vida? Cuáles son los criterios de evaluación de la belleza?.
Traducción del italiano: "La Scienza perduta della preghiera".
miércoles, 3 de septiembre de 2014
lunes, 1 de septiembre de 2014
La mujer esqueleto.- Clarissa P. Estés
Había hecho algo que su padre no aprobaba, aunque ya nadie recordaba lo que era. Pero su padre la había arrastrado al acantilado y la había arrojado al mar. Allí los peces se comieron su carne y le arrancaron los ojos. Mientras yacía bajo la superficie del mar, su esqueleto daba vueltas y más vueltas en medio de las corrientes.
Un día vino un pescador a pescar, bueno, en realidad, antes venían muchos pescadores a esta bahía. Pero aquel pescador se había alejado mucho del lugar donde vivía y no sabía que los pescadores de la zona procuraban no acercarse por allí, pues decían que en la cala había fantasmas.
El anzuelo delo pescador se hundió en el agua y quedó prendido nada menos que en los huesos de la caja torácica de la Mujer Esqueleto. El pescador pensó:" He pescado uno muy gordo"! Uno de los más gordos!. Ya estaba calculando mentalmente cuántas personas
podrían alimentarse con aquel pez tan grande, cuánto tiempo les duraría y cuánto tiempo él se podría ver libre de la ardua tarea de cazar. Mientras luchaba denodadamente con el enorme peso que colgaba del anzuelo, el mar se convirtió en una agitada espuma que hacía balancear y estremecer el kayak, pues la que se encontraba debajo estaba tratando de desengancharse. Pero, cuánto más se esforzaba, más se enredaba con el sedal. A pesar de su resistencia, fue inexorablemente arrastrada hacia arriba, remolcada por los huesos de sus propias costillas.
El cazador, que se había vuelto de espaldas para recoger la red, no vio como su calva cabeza surgía de entre las olas, no vio las minúsculas criaturas de coral brillando en las órbitas de su cráneo ni los crustáceos adheridos a sus viejos dientes de marfil. Cuando el pescador se volvió de nuevo con la red, todo el cuerpo de la mujer había aflorado a la superficie y estaba colgando del extremo del kayak, prendido por uno de sus largos dientes frontales.
"Ay!", gritó el hombre mientras el corazón le caía hasta las rodillas, sus ojos se hundían aterrorizados en la parte posterior de la cabeza y las orejas se le encendían de rojo. "Ay!", volvió a gritar, golpeándola con el remo para desengancharla de la proa y remando como un desesperado rumbo a la orilla. Como no se daba cuenta de que la mujer estaba enredada en el sedal, se pegó un susto tremendo al verla de nuevo, pues parecía que ésta se hubiera puesto de puntillas sobre el agua y lo estuviera persiguiendo. Por mucho que zigzaguerara con el kayak,ella no se apartaba de su espalda, su aliento se propagaba sobre la superficie del agua en nubes de vapor y sus brazos se agitaban como si quisieran agarrarlo y hundirlo en las profundidades.
"Aaaayyy!", gritó el hombre con voz quejumbrosa mientras se acercaba a la orilla. Saltó del kayak con la caña de pescar y echó a correr, pero el cadáver de la Mujer Esqueleto, tan blanco como el coral,lo siguió brincando a su espalda, todavía prendido en el sedal.El hombre corrió sobre las rocas y ella lo siguió. Corrió sobre la tundra helada y ella lo siguió. Corrió sobre la carne puesta a secar y la hizo pedazos con sus botas de piel de foca.
La mujer lo seguía por todas partes e incluso había agarrado un poco de pescado helado mientras él la arrastraba en pos de sí. Y ahora estaba empezando a comérselo, pues llevaba muchísimo tiempo sin llevarse nada a la boca. Al final, el hombre llegó a su casa de hielo, se introdujo en el túnel y avanzó a gatas hacia el interior. Sollozando y jadeando permaneció tendido en la oscuridad mientras el corazón le latía en el pecho como un gigantesco tambor. Por fin estaba a salvo, sí, a salvo gracias a los dioses, gracias al Cuervo, sí, y a la misericordiosa Sedna, estaba ... a salvo
... por fin.
Pero , cuando encendió su lámpara de aceite de ballena, la vio allí acurrucada en un rincón sobre el suelo de nieve de su casa, con un talón sobre el hombro, una rodilla en el interior de la caja torácica y un pie sobre el codo. Más tarde el hombre no pudo explicar lo que ocurrió, quizás la luz de la lámpara suavizó las facciones de la
mujer o, a lo mejor, fue porque él era un hombre solitario.El caso es que se sintió
invadido por una cierta compasión y lentamente alargó sus mugrientas manos y, hablando con dulzura como hubiera podido hablarle una madre a su hijo, empezó a desengancharla del sedal en el que estaba enredada.
"Bueno, bueno." Primero le desenredó los dedos de los pies y después los tobillos. Siguiò trabajando hasta bien entrada la noche hasta que, al final, cubriò a la Mujer Esqueleto con unas pieles para que entrara en calor y le colocó los huesos en orden tal como hubieran tenido que estar los de un ser humano.
Buscó su pedernal en el dobladillo de sus pantalones de cuero y utilizó unos cuantos cabellos suyos para encender un poco más de fuego. De vez en cuando la miraba mientras untaba con aceite la valiosa madera de su caña de pescar y enrollaba el sedal de tripa. Y ella, envuelta en las pieles, no se atrevía a decir ni una sola palabra, pues temía que aquel cazador la sacara de allí, la arrojara a las rocas de abajo y le rompiera todos los huesos en pedazos.
El hombre sintió que le entraba sueño, se deslizó bajo las pieles de dormir y enseguida empezó a soñar. A veces, cuando los seres humanos duermen, se les escapa una lágrima de los ojos. No sabemos qué clase de sueño lo provoca, pero sabemos que tiene que ser un sueño triste o nostálgico. Y eso fue lo que le ocurrió al hombre.
La Mujer Esqueleto vio el brillo de la lágrima bajo el resplandor del fuego y, de repente, le entró mucha sed. Se acercó a rastras al hombre dormido entre un crujir de huesos y acercó la boca a la lágrima. La solitaria lágrima fue como un río y ella bebió, bebió y bebió hasta que consiguió saciar su sed de muchos años.
Después, mientras permanecía tendida al lado del homnbre, introdujo la mano en el interior del hombre y le sacó el corazón, el que palpitaba tan fuerte como un tambor. Se incorporó y empezó a golpearlo por ambos lados: Pom, Pom,! ... Pom, Pom!
Mientras lo golpeaba, se puso a cantar "Carne, carne, carne! Carne, carne, carne!" Y, cuanto más cantaba, tanto más se le llenaba el cuerpo de carne. Pidió cantando que le saliera el cabello y unos buenos ojos y unas rollizas manos. Pidió cantando la hendidura de la entrepierna, y unos pechos lo bastante largos como para envolver y dar calor y todas las cosas que necesita una mujer.
Y, cuando terminó, pidió cantando que desapareciera la ropa del hombre dormido y se deslizó a su lado en la cama, piel contra piel. Devolvió el gran tambor, el corazón, a su cuerpo y así fue como ambos se despertaron, abrazados el uno al otro, enredados el uno en el otro después de pasar la noche juntos, pero ahora de otra manera, de una manera buena y perdurable.